Pestillos de pudores

Atravieso cinco veces la vergüenza para hablarte de este espacio de mi casa (una viscosa placenta de vergüenza donde se nutren embriones de lo íntimo: que yo alimento mi vida de vergüenza, como quien da de beber a los gorriones). Si me buscaras aquí, me encontrarías con varios dedos hundidos en la carne, o persiguiendo con la yema los renglones de un libro abierto en el hueco de los muslos. Este doméstico pendón de la victoria que son los dedos, todos libres, de las manos y son los huecos, todos libres, de los muslos. Porque aquí habito otro plano de la vida donde hay victoria delante del espejo y entre las gotas de humedad de las mamparas. Un puerto de deseos desfondados, una pureza amniótica de orillas, una paz uterina sin modales. Pero no vengas aquí, porque yo tengo un mundo de pestillos de pudores. Y para abrirlos me lavaré los dedos, y cerraré los libros. Y los muslos.