18 de marzo de 2020

Hoy nos han traído flores, carros llenos de flores. Todo un camión de flores. Las floristas del pueblo han querido sembrar el hospital entero. Han venido a nosotros los millones de flores que estarían ahora paseando en las calles, colgando de los brazos de todas las falleras. Han obrado las floristas el milagro de la elipsis de la virgen: se ha celebrado hoy, allí, la ofrenda floral al desamparo. Y desamparado me han encontrado a mí, escondido en el abrazo de Elena, quebrantando el veto del afecto, entregado al consuelo de la piel.

Las flores han venido conmigo hasta mi casa. Dieciséis crisantemos amarillos a los que he dado de beber agua del grifo. Un ramo espléndido de flores que me ha estado custodiando durante el duermevela en el sofá. He soñado con una aspirina deshaciéndose en el agua y he evocado a mi madre hablándome de darles aspirinas a las flores. Y ahora ya no sé si esto me ha venido del recuerdo o ha brotado del delirio de los días del COVID.

Miro las flores y pienso que en las flores está la encrucijada. La pulpa del espejismo colectivo, la fibra de la invención de lo real. Cortamos una flor y la traemos al corazón de lo sintético y nos pensamos que ahí está la realidad. Asimos un falso sentimiento de dominio de la naturaleza, a fuerza de haber domesticado las flores y también los modos de enfermar y de vivir. La ilusión de una salud invulnerable. La fantasía de nuestra independencia de la tierra, de nuestra independencia de todos los microbios de la tierra. El sueño del control de cualquier intromisión de lo bruto en nuestra carne. ¿Habrá venido el virus a anunciarnos que dependemos del mundo y del abrazo?, ¿que todo lo que le pase al mundo ha de acabar hiriéndonos también?

Cuento de nuevo las flores. Dieciséis. Casi tantas como los nuevos casos, que van desconsolándonos con su corporeidad. La mancha de aceite de los casos que va tomando poco a poco el hospital. Detrás de cada caso hay una flor. Y en la primera muerte hay una flor.

Vuelvo a este mediodía y me refugio en el abrazo clandestino y poderoso. Y pienso que en Elena, que me abraza, me abraza el mundo entero.