27 de marzo de 2020

La épica, yo creo, se escribe con minúsculas y se dice en voz baja. Si acaso es que tiene que escribirse o decirse. Al lado opuesto del heroísmo y del martirologio está la épica, si es que está en algún sitio. Al otro lado de la bata blanca y del aplauso y de las sirenas de ambulancia y de la exaltación.

La épica está a la espalda de los números, del énfasis de los telediarios, de las fotografías del periódico. Detrás del aspaviento, si es que está.

Si escribiera el inventario de la épica, buscaría la letra más pequeña de las letras, lo haría con la tinta transparente del afecto, lo escribiría sin palabras, casi. Diría que la épica está en el buenos días de cada compañero, en el cómo te encuentras, en el gracias por todo. En el eres importante y en el cuídate mucho, en el tú no lo hagas que ya voy yo por ti. Hablaría de la épica del en esto estamos juntos, del de esta saldremos, del gracias por estar. Mostraría la épica del tacto de una mano, del rastro de una ojera, del beso de una lágrima.

Si aplaudiéramos esta noche de verdad a la épica, lo haríamos con el silencio rotundo de la épica.