1 de mayo de 2020

Mañana, cuando abramos las puertas de las casas y busquemos el cabo del ovillo para empezar a desenmarañar este desvelo, encomendémonos a la mirada de los otros. La mirada no para sospechar, sino para entender, para abrazar la brizna de nosotros que hay en todos los demás. La mirada para reconocernos. Para entender que ya éramos pandemia antes de la pandemia, y que de la pandemia sólo vendrá a salvarnos la empatía, ese llegar por los espejos del alma hasta los otros.

Que nos brote, como brota el deshielo, esa mirada. Que se nos desparrame por encima de la máscara y nos lo deje todo bañado en claridad. Que sus saltos transparentes no se ensucien con la veta de la culpa y del prejuicio.

Mañana, cuando abramos las puertas de las casas y nos salude la novedad del mundo, busquémonos en la mirada de los otros, redescubrámonos en la mirada de los otros y demos gracias a la mirada de los otros.

Mirémonos con toda la delicadeza de las almas.

Renunciemos al miedo venenoso de las almas.

Pensemos que si existe la esperanza estará allí.