17 de abril de 2020

Mi compañera Pepi tiene un vecino que se llama Tomás, y a Tomás le ha devuelto esta pandemia la alegría. Cuenta Pepi que hace años que Tomás tiene Alzheimer, un principio del Alzheimer, como él mismo lo dice. Y en este lento esbozo del Alzheimer seguía Tomás sujeto a sus rutinas: iba a comprar el pan y los diarios, paseaba cada día con Tintín, jugaba a la petanca, saludaba por su nombre a las vecinas. El Alzheimer y Tomás eran un dúo amable que iluminaba las mañanas en el barrio. Hasta hace algunos meses. Porque desde hace un tiempo se ha perdido Tomás en los caminos tenebrosos de la mente, en una estepa triste de emociones. Y eso lo saben ellas por María, que ha ido viendo desvanecerse a su marido, perderse al otro lado de una mirada oscura. Que lo tiene extraviado por todas las estancias de la casa, cosido a la sombra de Tintín. Y no sale Tomás a por el pan, ni juega a la petanca, ni saluda por su nombre a las vecinas. Y al barrio, desde hace algunos meses, le va menguando poco a poco la alegría.

Y entonces ha llegado, en pleno corazón de la pandemia, el milagro al barrio de Tomás. El milagro a través de los balcones. Como si toda la tristeza confinada de todas las vecinas hubiera acudido a la conjura del extravío triste de Tomás. O como si se hubiese reencontrado todo el barrio en los laberintos del alma de estos días. O como si toda la nostalgia de las casas se hubiera aglutinado en una ristra colorida de banderas de balcón a balcón: el anticipo de la fiesta de las ocho.

Porque, ahora, cada tarde es una fiesta. Cuando suenan los aplausos y las voces, Tomás reparte puñados de alegría. Va repartiendo a todos los balcones como si fueran manojos de confeti. Saluda, gesticula, lanza besos, la punta del asombro en la mirada, Tintín brincando loco entre sus pies. Las vecinas no acaban de entender por qué caminos les ha vuelto Tomás, en qué injerto le retoña la ternura. Pero lo abrazan en el candor de los aplausos y celebran cada tarde su regreso.

Y al barrio, desde hace algunos días, le va creciendo poco a poco la alegría.