8 de abril de 2020
Hoy quisiera saber si el virus guarda memoria de los cuerpos. Ya sé que deja mella en cada cuerpo, que deja testimonio en cada cuerpo. Pero quiero entender si en él queda recuerdo de los cuerpos. Si conserva el inventario de los sucesivos cuerpos por los que lleva meses transitando, desde la encía del murciélago hasta ti.
Hoy te miro a los ojos y quiero tirar del hilo de este virus, deshacer palmo a palmo su carrete hasta el último detalle de la historia, de ese largo recorrido de pulmones que ha venido atravesando hasta los tuyos. Quiero ver cómo se posa en tu mejilla en el último beso de tu nieta, y de qué forma llega hasta tu nieta en la mano de su amiga del colegio. Quiero ver cómo se acerca hasta su amiga en el sándwich de queso de su madre, y cómo entra en el cuerpo de su madre mientras le saca la analítica a un paciente. Quiero ver cómo alcanza a ese paciente en el buffet de un hotel en Benidorm, adonde llega en la tos de una señora que lo encontró en un show de la Pantoja. Quiero ver cómo llega hasta el concierto en el cuerpo de la amante de otro hombre que lo atrapó en un mitin de derechas, y cómo se presenta en ese mitin en un clínex que guarda en el bolsillo un diputado. Quiero ver cómo alcanza ese bolsillo en las monedas del cambio de un estanco, y cómo llega hasta allí desde la lata de limosnas de una mujer que pide en la estación. Quiero ver cómo baja del metro en la garganta de una madre de familia que lleva meses ahorrando para el viaje de fin de curso de su hijo. De su hijo, que acaba de volver enfermo del viaje.
Hoy tú sales del hospital y me siento a tu lado. Y juego a perseguir en ti la memoria del virus. Te miro fijamente y me imagino que por tus ojos cruzo la humanidad entera, enhebrado en el ojo de esta aguja que traspasa la humanidad entera.